martes, 5 de abril de 2011

1984

Estoy realmente convencido de que una o dos décadas atrás, nadie hubiera imaginado que las casas serían transparentes y cualquiera que pasara por la vereda podría ver lo que acontecía dentro de cada una de ellas. Los diálogos, gustos y situaciones, se mantenían dentro de los límites de la misma y, salvo que alguno de sus integrantes comente acerca de ello, generalmente no escapaban de ahí.

A lo largo de la historia se produjeron movimientos, manifestaciones, revoluciones en torno a diversas cuestiones. La sexualidad, ideas políticas o filosofías de vida en general fueron bastante recurrentes. Existieron y todavía existen las personas que piden la legalización de prácticas abortivas o, algo tal vez un poco más simple, permiso legal para consumir determinadas sustancias. La gente reclama por derechos civiles, sociales y culturales. Por supuesto, mientras lo hace, demuestra una porción de su identidad de manera consciente o inconsciente. Es algo de lo que no se puede prescindir.

Si me manifiesto a favor de los derechos de personas homosexuales puedo demostrar que elijo ser homosexual; que por el contrario, tengo mi heterosexualidad definida y no manifiesto una fobia que mi subconsciente genera para que no dude acerca de mi elección; o bien, podría indicar que soy alguien que vela por la igualdad de derechos y considera que es algo alcanzable.

En caso de manifestarme en contra podría demostrar que no me interesa la igualdad de derechos, soy homofóbico o bien ignorante.

En toda expresión de intereses similar, las ideas más o menos, se demuestran. Con las cuestiones familiares no pasó lo mismo. Esta institución, desde la época de los romanos o tal vez mucho antes, es considerada para gran parte del mundo, sagrada. Los temas de familia fueron los que más se mantuvieron en la esfera de intimidad o privacidad y, aunque pudo haber existido alguna excepción muy esporádica o aislada, el común de la gente nunca quiso ni se interesó por detallar estas situaciones con desconocidos.

Como decía, estoy realmente seguro de que nadie hubiera imaginado algunos años atrás un despilfarro de estos asuntos. Mucho menos que esta desnudez se produzca a toda hora y quede escrita/documentada para que cada una de las personas que la conoce, pueda revivirla en tiempo real.

De la misma forma, estoy seguro de que hoy en día nadie acepta que hace algún tiempo habita consciente lugares con paredes y techos invisibles. Que cada vez son más las personas que saben qué comió el resto en su última cena, a qué hora y con quién lo hizo.

En no más de 10 minutos, cualquiera puede averiguar sobre cualquier persona su nombre completo, familiares, lugar/es donde estudia o trabaja, programas de TV, películas o libros que mira, sus ideas políticas o sociales, con quiénes se junta cotidianamente y a quiénes conoce. Puede además conocer cada rincón de su casa, saber qué lugares frecuenta y hasta qué ropa acostumbra a usar; información sobre su pareja, cada uno de los viajes que hizo, el estilo musical que escucha y qué hizo en el último recital al que asistió; qué galletitas come, qué gaseosa consume o cuál es su comida favorita. La lista es interminable.

Es loco sí, alguien escribió algún tiempo atrás una obra de ficción retratando esto que acabo de comentar ¿Quién hubiera imaginado que el Big Brother de Orwell, dejaría de ser ficción en nuestros días? ¿Por qué son cada vez más personas las que desean hacer de su intimidad algo público, con la paradoja que eso conlleva? ¿Será una disconformidad de lo que viven puertas adentro?

Cosas del post-modernismo: cientos de interrogantes, pocas respuestas. Voy a intentar explicar qué significa todo esto que estoy escribiendo desde un ejemplo, por más que sea el más burdo que se me ocurra.


La persona que tiene poder de decisión sobre un nene de dos años, lo manda a una guardería para que pase la mayor parte de su día, se distraiga y juegue con personas que también acudan al lugar. El nene sin poder opinar demasiado, asiste al establecimiento y aunque no lo entienda en un comienzo, se termina conformando con lo que sus padres o tutores decidieron para él.

En el primer día de guardería, el nene se ve asombrado por la cantidad de gente que tiene alrededor. Ve juegos que nunca había visto, se siente realmente atraído por la distribución del espacio y cada una de las actividades que puede realizar en la misma. Se puede decir que siente felicidad que tal vez se expanda por varios días más.

Después de la primer semana, el nene pierde el miedo al asombro y comienza a relacionarse con los demás. Hace amigos, descubre que el lugar tiene determinadas pautas de conducta y mal o bien, termina asintiendo a ellas. Ya no está tan feliz pero tampoco está triste, espera con ansias recuperar la felicidad inicial.

En la tercer semana, los vínculos que hizo con los demás se vuelven más fuertes y ya no se preocupa por las pautas de conducta que le impongan. Pueden prohibirle usar un determinado juguete de un día para el otro pero él va a seguir cómodo porque habita el lugar con amistades que eligió. No sabe cómo se siente.

La verdad que la guardería es muy linda, al menos hasta el segundo mes donde la criatura comienza a aburrirse de la monotonía del lugar y sus amistades. Aún aburrido y deprimido, soporta tres o cuatro meses así porque el resto de niños le pide que se quede, disfrute del lugar y realmente está acostumbrado a él. Se mantiene en esta situación hasta que explota y le pide por favor a su mamá, que no lo mande más a la guardería, que no quiere asistir a la misma.

Claro, el niño fue muy iluso al pensar que podía elegir lo impuesto desde arriba. La madre solo busca que éste pase el tiempo mientras ella hace dinero vendiendo distintos productos a los demás. Está realmente muy ocupada como para mudar al nene así que decide solicitar a la guardería que agrande su espacio e incorpore nuevas distracciones.

La guardería decide ahora que cada integrante de la misma lleve fotos de sus familiares y cuente sus historias en algo así como un concurso del que más cuenta. Los niños felices, demuestran que su familia es la mejor de todas, llevando todo el material posible y dejándolo en manos de la guardería que puede utilizarlo cuando desee.

La madre, mientras tanto, le ofrece a la guardería juegos más modernos, refrescos y comida de moda y por qué no, un seguimiento de los gustos de cada nene para poder darle lo que necesita. Una madre siempre piensa en su hijo.

De esta forma, la madre consigue vender sus productos y la guardería, albergar a cada vez más niños.


Hasta ahí suena bien, alegre, divertido, justo. El problema se presentaría si el nene crece, adquiere independencia y decide partir de la guardería. Las fotografías y todo el material aportado por él, no podrían irse del lugar ya que al decirle a su madre que quería ingresar a esta especie de escuela para niños, dio consentimiento de esto. Aún sin saber que lo hacía.

Fue algo inevitable, algunos niños crecieron y se plantearon la posibilidad de abandonar el lugar. La respuesta de la empresa ante estas anomalías fue la misma de siempre, incorporar más distracciones para opacar a estos pequeños adultos que deciden abandonarla y evitar las discusiones al respecto. La situación se controló pero de forma temporal ya que cada vez fueron más los que quisieron ser libres. A la guardería no le quedó otra que aceptar que algunos la abandonen, dándoles un lapso de 15 días para decidir volver o no al establecimiento y conservar su espacio.

Hoy en día el lugar funciona de esa forma. El 50% de nenes que se va, vuelve ya que extraña sus compañeros de aventuras. El otro 50% se retira indignado sin sus pertenencias pero al menos sabiendo que puede elegir habitar otros lugares y consumir algo distinto a lo que les ofrece su madre que tan presente está en este espacio.

Las cosas ahora ya no parecen tan perfectas. Que los nenes no puedan decidir irse o en el caso de hacerlo, no puedan llevar consigo sus pertenencias es algo malo pero hay todavía algo peor. La guardería puede utilizar esa información como se le de la gana, compartiéndola con cualquier persona que su madre conozca.

Qué horror. La guardería hoy en día alberga 500 millones de niños y en caso de venderse, podría costar alrededor de 50 mil millones de dólares. Hace algunos años ganó un premio en Alemania por no respetar la intimidad.

Qué guardería y madre espantosas. Se llaman Facebook y capitalismo.