lunes, 27 de mayo de 2013

Clonazepam y circo

Recital de La Renga en una ciudad de 100.000 habitantes. 50.000 espectadores se reúnen en la misma para asistir al show:

- "Ay, viste que horror toda esa gente tomando fernet desde el mediodía y drogandose?"
- "Y vos porque no los viste orinando en los árboles"
- "Ay, qué horror! Mirá si los ven mis hijos. Menos mal que ellos no escuchan esa música ni van a esos lugares."

Marta es una señora de 50 años que sale a barrer la vereda todos los días a las 7:30 luego de haberse acostado a las 21:30 del día anterior, después de haber visto la decimoquinta novela de Telefé en 5 años con los mismos actores, la misma producción y hasta los mismos guiones de siempre. Se casó jóven, a los 17-18 años luego de haber conocido al único hombre que apareció en su vida, Jorge, que trabaja 15 horas por día para que "a sus hijos no les falte nada". Marta tiene 3 amigas que conoce desde su infancia (una de ellas barre la vereda a metros de su casa), conoce 5 recetas en la cocina y sabe tejer. Mira los noticieros cada tanto y sale a comer con su pareja una vez cada 3 meses a alguno de los 3 restaurantes que frecuentan. Vivió siempre en la misma ciudad  y compra el pan y la leche en el almacén de siempre.

Entiendo que Marta pase su tiempo poniendo etiquetas al resto para poder diferenciarlos porque nunca pudo conocer realmente a personas y siempre conoció estándares. Es de esperar que alguien así no comprenda el concepto de adicto y lo repita cada vez que vea alguna droga anunciada actualmente como ilegal en algún lado. Nació y vivió siempre en un lugar monótono, donde nunca hubo tanta gente junta y tan distinta. Lleva 50 años viviendo lo mismo; leyó Rayuela, el Martín Fierro y libros de auto-ayuda. Entiendo que su ignorancia no le permita ver que falopa hay en todos lados y que sus hijos e incluso su marido también mean en los árboles. Entiendo que no pueda ver que si hay adictos en el país no es por decisión propia y que sus hijos posiblemente también lo sean si viven una vida de mierda y vacía como la que vivió ella. Entiendo que desde su hipócrita e ignorante manera de ver las cosas, las pastillas antidepresivas que toma no sean droga mientras que un cigarrillo de marihuana sí. Entiendo que no pueda compartir la felicidad de 50.000 personas que dejan su rutina a un costado para gritar desaforadamente las letras que escribió un tipo como ellos. Entiendo que no entienda lo que puede significar una vida llena de emociones y sentimientos, donde el arte y el ocio ocupen un lugar importante en la misma. Entiendo que los únicos momentos graciosos de su vida ocurran mientras mira a Tinelli o a Rial y no conozca otra manera de divertirse.

Lo que no puedo entender es cómo puede una mujer de 20-21 años ver las cosas de la misma manera ¿Qué va a hacer cuando tenga 50?

Si me estuviera leyendo le recomendaría comprarse un cambio, aunque si me pongo a pensar, encuentro al instante motivos igual de preocupantes. Seguramente se levanta a las 9:00 a estudiar con las únicas 3 amigas que hizo en la facultad y se acuesta siempre al mismo horario para poder levantarse al día siguiente a seguir estudiando; come empanadas, milanesas o sushi, mira novelas de una única productora con los mismos actores y guiones de siempre; se pasa el día en Facebook viendo cómo viven los demás y si fuera por ella, lo más cerca que estaría de la música sería a 10km del predio del recital. Empezó a estudiar a los 18 una carrera que le salió en algún test vocacional, supone que va a trabajar cuando se reciba porque antes es imposible y solamente trata con personas que sean igual de herméticas que ella. Desde ya que no conoce el concepto de adicto y el vodka horrible y berreta que toma con sus amigas, no es droga ni por asomo. Seguramente lo más loco que hizo en su vida fue conocer a una persona distinta a ella. Llora a escondidas porque ella está bien y no tiene problemas, si se está por recibir y se va de viajes con su familia al exterior.

Cualquiera que haya dado una vuelta de manzana sabe que la vida que llevan estas pibas nunca llega a buen puerto. Lo que no me entra en la cabeza es cómo pueden desaprovechar la cantidad de oportunidades que se les presentan: estudian en otra ciudad, pueden conocer gente en todos lados, tienen obra social, internet, celulares, todo lo que pueden necesitar para cambiar. Casi no soporto ver que se van a estudiar afuera, tratan con 3 amigas, salen a los 3 boliches de mierda donde va toda esta gente, viven comiendo como el orto, no conocen más de 10 calles del único barrio que habitan. De su relación familiar mejor ni hablar porque voy en cana por delitos contra la intimidad. No entiendo cómo pueden continuar sin mosquearse la ignorancia que les bajó Marta y ni siquiera se permitan intentar aprender por su cuenta.

No sé por qué pero hay gente que no cambia. Será miedo, falta de fuerzas, comodidad, no sé. Lo bueno de todo esto es que veo las cosas desde la vereda de enfrente, mi personalidad aprendió y aprende de personas y no de estándares; cambié y sigo cambiando. Lo malo es que tengo que dejar obligado a mucha gente atrás.

Ojalá pudiera inyectarles la felicidad que siento al estar en un recital, escuchar un disco o tocar algo en algún instrumento. Ojalá pudiera abrirles la cabeza con una sierra y sin que se pasen para el otro lado, puedan tratar con personas en vez de estándares. Ojalá pudiera ayudar a que cambien y dejen el reloj, el calendario y aprendan realmente a vivir el día que les toca vivir.

Parece que no hay forma de ayudarlos. Están perdidos, igual o peor que un cocainómano. Pero qué les voy a decir, si adicto es sinónimo de marihuana y ojos rojos, y felicidad es sinónimo de mentiras y pastillas antidepresivas.