miércoles, 4 de julio de 2012

Despedidas

Necesitaba estar solo. Más bien, tenía que estarlo para así darme cuenta de que lo que realmente necesitaba era sentirme solo.

¿Qué? Son dos cosas distintas.

Generalmente uno evita estar solo, intenta relacionarse. Vas al jardín, hacés amigos. Tenés vecinos. Vas al colegio, conocés más gente. Lo mismo para la facultad, laburo o donde sea. Constántemente buscamos relacionarnos entre nosotros e interactuar.

Bueno, siempre fui bastante mezquino en todo eso. Desde que soy chico me odian o me adoran; se divierten conmigo o me quieren cagar a trompadas; se enamoran o ni me dan cabida; me escuchan o me gritan. Nunca fui de los que se lleva bien con todos o la gran mayoría ni tampoco se me ocurrió intentar semejante cosa. Sé muy bien quiénes están o no cerca e intenté elegir eso siempre.

Es muy común que las personas no quieren estar solas, muchas se aterran con solo imaginarse la idea de estarlo. Se juntan a estudiar o a mirar programas de televisión aunque podrían hacerlo de manera individual, se invitan entre ellas a dormir, comer, o hacer algo. Contrariamente a ellas, desde hace un tiempo, cada tanto, necesito estar solo, aunque siempre aparezca alguien a interrumpir el ritual.

Creo que la idea es estar el tiempo suficiente sin compañía para sentir lo que el resto tanto teme, que es sentirse solo. A mí sinceramente no es algo que me angustie, aflija ni mucho menos, justamente lo necesito para pensar únicamente en mí, para poder revisar con claridad qué estuve haciendo, qué hago, qué tengo planeado a hacer y qué tendría que hacer en realidad.

Últimamente intenté estar solo. Las personas que me conocen se dieron cuenta de eso porque justamente intentaron acercarse a mí más de lo que acostumbran a hacerlo. Tengo planes de estar así por un buen tiempo o al menos, intentar estarlo la mayor parte del tiempo posible. De hecho, que vuelva a escribir acá es una de las tantas señales que insinúan que estoy haciendo un viaje introspectivo para ver hacia qué rumbo están marchando las cosas.

Por ahí son situaciones complicadas de explicar, sobre todo para personas ajenas a uno pero siempre se pueden encontrar analogías lo suficientemente didácticas como para que las cosas sean más claras. A ver si puedo.

Es muy probable que si pensás en un videojuego, instantáneamente se te vengan recuerdos de Mario Bros, los ladrillos del Tetris o los fantasmas del Pac-Man a la memoria. Si bien siempre fui bueno con el Tetris o el Pac-Man, nunca me llamaron demasiado la atención porque soy de los que esperan que un juego tenga principio y final, así que para este ejercicio didáctico, necesariamente tenés que pensar en el Mario Bros. Ahora podés prender imaginariamente el TV, la Family Game, cargar el cartucho y empezar el primer nivel.

Luego de pasar algo así como 4 niveles, aparece el primer boss, jefe, monstruo. Al primer intento, perdés un par de vidas. Tal vez tengas que volver a empezar todo de nuevo para poder superarlo. Puteás, revoleás el cartucho, apagás todo. Volvés a intentarlo una, dos, tres, muchas veces hasta que por fin lo conseguís. Superás la primer fase del juego y pasás a la segunda donde todo es más o menos lo mismo aunque un poco más complejo.

Ahí podés jugar el juego de varias maneras. Podés ir siempre para adelante o intentar buscar lugares que pueden pasar desapercibidos. Si jugaste Mario Bros y salteaste niveles sabés de qué estoy hablando. La cuestión es que después de unas horas, la vista se cansa y necesitás descansar, independientemente de que salteés o no algunos niveles.

¿Qué hacer? Ahí podés apagar todo o dejar los aparatos enchufados y dormir una siesta, sacar el modo AV del TV para distraerte un rato, o lo que sea.

Bueno, de eso se trata. Decidí poner las cosas en suspenso para ver si el juego me sigue gustando o solo lo estoy jugando porque me acostumbré a hacerlo. De repente me encuentro con un juego que se está volviendo cada vez mas monótono, entonces lo primero que se me ocurre es que tal vez pueda saltear algunos niveles que podría haber salteado antes para revertir esa situación.

Ahí me doy cuenta que estoy aburrido y parece que tengo que dejar cosas atrás y adelantarme al menos un par de niveles. Sé que podría haberlo hecho antes pero por algún motivo intenté no hacerlo. Quién sabe.

Dejando a un lado la analogía berreta y las distintas cosas que fueron apareciendo en mi cabeza, creo que en este tipo de situaciones donde uno se pone a pensar qué está haciendo y sobre todo, con qué personas lo está compartiendo, lo interesante es ver el progreso, lo positivo de no conformarse con la monotonía de todos los días. Saber que es bueno evitar mirar para el costado cuando hay situaciones que no cuadran con el esquema.

Siempre nos confundimos y hacemos mal las cosas, está en nuestra naturaleza. Podés equivocarte en algo que digas, podés decir las cosas de mala manera, podés tener debilidad en ciertas cuestiones y no poder evitar que el demonio te bloqueé y no te deje reaccionar con tranquilidad y raciocinio. Algunas veces vas a hablar de más, otras te vas a quedar sin palabras; algunas vas a sentir tranquilidad, otras vas a querer prender fuego el mundo. Consejo gratis: evitá mentir.

De todas formas creo que lo peor que uno puede hacer es esperar resultados distintos haciendo siempre lo mismo ¿Cómo puede un dibujo monocromático transformarse en miles de colores?


Peor aún ¿Cómo puede un olmo dar peras?

En fin. Tal vez lo peor que uno puede hacer es ser lo suficientemente necio como para esperar que el olmo de peras.

Cualquiera en su sano juicio arrancaría de raiz el ommo y plantaría un peral.

lunes, 15 de agosto de 2011

El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas.

El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.

Bertolt Brecht

martes, 5 de abril de 2011

1984

Estoy realmente convencido de que una o dos décadas atrás, nadie hubiera imaginado que las casas serían transparentes y cualquiera que pasara por la vereda podría ver lo que acontecía dentro de cada una de ellas. Los diálogos, gustos y situaciones, se mantenían dentro de los límites de la misma y, salvo que alguno de sus integrantes comente acerca de ello, generalmente no escapaban de ahí.

A lo largo de la historia se produjeron movimientos, manifestaciones, revoluciones en torno a diversas cuestiones. La sexualidad, ideas políticas o filosofías de vida en general fueron bastante recurrentes. Existieron y todavía existen las personas que piden la legalización de prácticas abortivas o, algo tal vez un poco más simple, permiso legal para consumir determinadas sustancias. La gente reclama por derechos civiles, sociales y culturales. Por supuesto, mientras lo hace, demuestra una porción de su identidad de manera consciente o inconsciente. Es algo de lo que no se puede prescindir.

Si me manifiesto a favor de los derechos de personas homosexuales puedo demostrar que elijo ser homosexual; que por el contrario, tengo mi heterosexualidad definida y no manifiesto una fobia que mi subconsciente genera para que no dude acerca de mi elección; o bien, podría indicar que soy alguien que vela por la igualdad de derechos y considera que es algo alcanzable.

En caso de manifestarme en contra podría demostrar que no me interesa la igualdad de derechos, soy homofóbico o bien ignorante.

En toda expresión de intereses similar, las ideas más o menos, se demuestran. Con las cuestiones familiares no pasó lo mismo. Esta institución, desde la época de los romanos o tal vez mucho antes, es considerada para gran parte del mundo, sagrada. Los temas de familia fueron los que más se mantuvieron en la esfera de intimidad o privacidad y, aunque pudo haber existido alguna excepción muy esporádica o aislada, el común de la gente nunca quiso ni se interesó por detallar estas situaciones con desconocidos.

Como decía, estoy realmente seguro de que nadie hubiera imaginado algunos años atrás un despilfarro de estos asuntos. Mucho menos que esta desnudez se produzca a toda hora y quede escrita/documentada para que cada una de las personas que la conoce, pueda revivirla en tiempo real.

De la misma forma, estoy seguro de que hoy en día nadie acepta que hace algún tiempo habita consciente lugares con paredes y techos invisibles. Que cada vez son más las personas que saben qué comió el resto en su última cena, a qué hora y con quién lo hizo.

En no más de 10 minutos, cualquiera puede averiguar sobre cualquier persona su nombre completo, familiares, lugar/es donde estudia o trabaja, programas de TV, películas o libros que mira, sus ideas políticas o sociales, con quiénes se junta cotidianamente y a quiénes conoce. Puede además conocer cada rincón de su casa, saber qué lugares frecuenta y hasta qué ropa acostumbra a usar; información sobre su pareja, cada uno de los viajes que hizo, el estilo musical que escucha y qué hizo en el último recital al que asistió; qué galletitas come, qué gaseosa consume o cuál es su comida favorita. La lista es interminable.

Es loco sí, alguien escribió algún tiempo atrás una obra de ficción retratando esto que acabo de comentar ¿Quién hubiera imaginado que el Big Brother de Orwell, dejaría de ser ficción en nuestros días? ¿Por qué son cada vez más personas las que desean hacer de su intimidad algo público, con la paradoja que eso conlleva? ¿Será una disconformidad de lo que viven puertas adentro?

Cosas del post-modernismo: cientos de interrogantes, pocas respuestas. Voy a intentar explicar qué significa todo esto que estoy escribiendo desde un ejemplo, por más que sea el más burdo que se me ocurra.


La persona que tiene poder de decisión sobre un nene de dos años, lo manda a una guardería para que pase la mayor parte de su día, se distraiga y juegue con personas que también acudan al lugar. El nene sin poder opinar demasiado, asiste al establecimiento y aunque no lo entienda en un comienzo, se termina conformando con lo que sus padres o tutores decidieron para él.

En el primer día de guardería, el nene se ve asombrado por la cantidad de gente que tiene alrededor. Ve juegos que nunca había visto, se siente realmente atraído por la distribución del espacio y cada una de las actividades que puede realizar en la misma. Se puede decir que siente felicidad que tal vez se expanda por varios días más.

Después de la primer semana, el nene pierde el miedo al asombro y comienza a relacionarse con los demás. Hace amigos, descubre que el lugar tiene determinadas pautas de conducta y mal o bien, termina asintiendo a ellas. Ya no está tan feliz pero tampoco está triste, espera con ansias recuperar la felicidad inicial.

En la tercer semana, los vínculos que hizo con los demás se vuelven más fuertes y ya no se preocupa por las pautas de conducta que le impongan. Pueden prohibirle usar un determinado juguete de un día para el otro pero él va a seguir cómodo porque habita el lugar con amistades que eligió. No sabe cómo se siente.

La verdad que la guardería es muy linda, al menos hasta el segundo mes donde la criatura comienza a aburrirse de la monotonía del lugar y sus amistades. Aún aburrido y deprimido, soporta tres o cuatro meses así porque el resto de niños le pide que se quede, disfrute del lugar y realmente está acostumbrado a él. Se mantiene en esta situación hasta que explota y le pide por favor a su mamá, que no lo mande más a la guardería, que no quiere asistir a la misma.

Claro, el niño fue muy iluso al pensar que podía elegir lo impuesto desde arriba. La madre solo busca que éste pase el tiempo mientras ella hace dinero vendiendo distintos productos a los demás. Está realmente muy ocupada como para mudar al nene así que decide solicitar a la guardería que agrande su espacio e incorpore nuevas distracciones.

La guardería decide ahora que cada integrante de la misma lleve fotos de sus familiares y cuente sus historias en algo así como un concurso del que más cuenta. Los niños felices, demuestran que su familia es la mejor de todas, llevando todo el material posible y dejándolo en manos de la guardería que puede utilizarlo cuando desee.

La madre, mientras tanto, le ofrece a la guardería juegos más modernos, refrescos y comida de moda y por qué no, un seguimiento de los gustos de cada nene para poder darle lo que necesita. Una madre siempre piensa en su hijo.

De esta forma, la madre consigue vender sus productos y la guardería, albergar a cada vez más niños.


Hasta ahí suena bien, alegre, divertido, justo. El problema se presentaría si el nene crece, adquiere independencia y decide partir de la guardería. Las fotografías y todo el material aportado por él, no podrían irse del lugar ya que al decirle a su madre que quería ingresar a esta especie de escuela para niños, dio consentimiento de esto. Aún sin saber que lo hacía.

Fue algo inevitable, algunos niños crecieron y se plantearon la posibilidad de abandonar el lugar. La respuesta de la empresa ante estas anomalías fue la misma de siempre, incorporar más distracciones para opacar a estos pequeños adultos que deciden abandonarla y evitar las discusiones al respecto. La situación se controló pero de forma temporal ya que cada vez fueron más los que quisieron ser libres. A la guardería no le quedó otra que aceptar que algunos la abandonen, dándoles un lapso de 15 días para decidir volver o no al establecimiento y conservar su espacio.

Hoy en día el lugar funciona de esa forma. El 50% de nenes que se va, vuelve ya que extraña sus compañeros de aventuras. El otro 50% se retira indignado sin sus pertenencias pero al menos sabiendo que puede elegir habitar otros lugares y consumir algo distinto a lo que les ofrece su madre que tan presente está en este espacio.

Las cosas ahora ya no parecen tan perfectas. Que los nenes no puedan decidir irse o en el caso de hacerlo, no puedan llevar consigo sus pertenencias es algo malo pero hay todavía algo peor. La guardería puede utilizar esa información como se le de la gana, compartiéndola con cualquier persona que su madre conozca.

Qué horror. La guardería hoy en día alberga 500 millones de niños y en caso de venderse, podría costar alrededor de 50 mil millones de dólares. Hace algunos años ganó un premio en Alemania por no respetar la intimidad.

Qué guardería y madre espantosas. Se llaman Facebook y capitalismo.

lunes, 7 de marzo de 2011

jueves, 17 de febrero de 2011

No va más

¿Existirá alguna forma de transformar un día totalmente negro en blanco o gris, al menos? ¿Será posible que de un rejunte enorme de angustia, impotencia e incertidumbre nazca algo positivo?

Claro, hoy viví uno de esos días interminables, agotadores. Días en los que la cabeza está a punto de estallar y se cruzan tantos sentimientos que si preguntan cómo estás, no sabés realmente qué responder. A veces esbozás un "triste" o "angustiado", otras "con mucha impotencia y rencor"; a las dos horas "cansado" o "agotado"; al finalizar el día, sale de la nada una mueca que intenta reconfortar el estado de ánimo con alguna que otra frase de autoayuda: "hay cosas peores", "siempre que llovió paró", "mañana será un día nuevo" y demás pelotudeces.

Por supuesto, gran parte de estas 24 horas, se dedica exclusivamente a analizar qué pasaría si las cosas siguen así. Hasta qué punto se podría soportar y cuáles podrían ser las eventuales consecuencias.

Todo tiene un límite, sí. El tema es que no siempre se lo conoce. Hay límites territoriales, límites de competencia, límites estrictamente matemáticos que generalmente no presentan problemas al momento de reconocerlos. Con los sentimientos la cosa es un poco más complicada, reconocer estos límites no es tan simple porque pareciera que uno tiene el control sobre ellos.

Muchas veces hacemos vista gorda a lo que está pasando o bajamos la marcha para no llegar a ese momento donde no queda otra salida que mandar al tacho las cosas que no van, las cosas que no funcionan. Inconscientemente intentamos buscar soluciones para algo que de entrada no las tiene. Intentamos demorar el choque con el límite al máximo posible.

Un día te encontrás con una relación con tu papá inexistente. Otro, una relación amorosa que no tiene pies ni cabeza. Superás ambas situaciones y te chocás con problemas burocráticos o económicos. No sé qué vendrá mañana.

Por supuesto que la teoría y la práctica son situaciones opuestas. El hombre es libre por naturaleza pero preso de sí mismo ¿A quién se le puede ocurrir semejante cosa?

Cuatro años, un período presidencial. Una de las personas de las que más estoy aprendiendo, solo tiene dos y medio. La diferencia de edad que tengo con mi hermano es de cinco años.

¿No es tiempo suficiente? ¿1460 días de incertidumbre, dolores de cabeza, noches sin dormir, ansiedad y cambios bruscos en emociones, no deberían ser un límite? ¿Cuántas veces habrá que tropezar con la misma piedra si 1460 no son suficientes?


La verdad no sé si un día como este, que no quiere terminar, pueda sacar algo positivo. De lo que estoy seguro es de que estoy tocando el límite hace bastante.

No va más.

viernes, 17 de diciembre de 2010

¿Hasta cuándo?

Hoy es uno de esos días en los que me pregunto si es posible que el humano promedio aprenda a vivir. Hace varios que vengo observando las formas de reaccionar de varias personas, algunas que me rodean, otras que solo leo a través de Internet.

No entiendo como pueden ahogarse en un vaso de agua, vivir continuamente con esa mochila cargada de monotonía, costumbre y rutina durante tanto tiempo ¿Reaccionarán en algún momento?

Ya lo dijo un grande: loco no es el que intenta algo distinto sino el que espera resultados diferentes haciendo lo mismo. El estilo está siendo desplazado por la moda. Ya prácticamente nadie innova, las ideas desaparecen y solo se discuten hechos o personas.

Esto se refleja en la política institucionalizada de la que tanto se habla, en relaciones familiares o amistosas, en parejas. En miles y millones de cabezas bloqueadas quién sabe por qué.

¿Hasta cuándo una persona puede tolerar la falta de esperanza, el machismo, la intolerancia o el egoísmo? ¿Hasta cuándo puede sentir que le tocó vivir una infelicidad de la que no puede escapar?

Parece que le están dando la razón a Nietzsche. El humano no está siendo otra cosa que un animal irracional, que perdió la sanidad del instinto, la espontaneidad. Un animal que vive de estructuras, que vende su capacidad de pensamiento a cambio de un puesto en la burocracia. Un numerito en el sistema, un rol en la obra más trágica del teatro.

La mujer se somete a ser propiedad del hombre, la amistad se transforma en costumbre, la esperanza en un desligamiento de responsabilidades. La capacidad de razonar, en un disco rayado que repite la conducta generalizada.

Pretenden vivir en el pasado o futuro y no se dan cuenta que lo esencial está en el gerundio. No hay mucha ciencia, es algo simple.


Hoy es uno de esos días en los que necesito leer, escuchar o mirar algo que me despeje. Voy a ver qué encuentro.

viernes, 13 de agosto de 2010

Drexler - No pienses de más.

No pienses de más
cuando te quedes sola.
No pienses de más,
no dejes pasar las horas.

La vida es así.
Cambia el viento,
cambia la estación,
no siempre se encuentra
una razón...

No pienses de más.

martes, 10 de agosto de 2010

Mitad despierto, mitad dormido.

¿Qué está pasando con la gente? ¿Tanto están cambiando las cosas?

Habría que proponer que se modifique el significado de progreso por el de involución. Más allá de que sea algo totalmente absurdo, al menos se aceptaría un poco más la realidad que viven muchas personas.

El problema tiene que andar por ahí, en las palabras. Debe estar dando vueltas una versión editada del diccionario de la RAE con un 10% del contenido de aquel, que solo recopila palabras que pertenecen a una misma familia: negación, conformidad, miedo, falsedad, inseguridad. El resto se resume en un par de páginas y son situaciones distintas que encajarían perfectamente en los términos "anormalidad", "locura", "disparate" y demás sinónimos.

Hacemos algo. Cuando te cruces a un pibe o una pibita con más de 18 años de edad, preguntale qué quiere; si no te responde "egresarme, plata o ser famos@", es anormal. Ahora preguntale a un adulto qué quiere, si te responde que pretende lo anterior para su hij@. Ambos viven inseguros, rodeadas de miedos, están conformes con su casa-auto-mascota y ninguno te permite hacer una tercer pregunta.

En mi tiempo libre suelo analizar situaciones como esa. Quedan pocos soñadores, casi ninguna soñadora. Se ven muy de vez en cuándo y se están perdiendo en distracciones o inventos que lo único que buscan es reducir el número de soñadores a cero. Nos quieren convertir en títeres, quitarnos esa sensación de que todo es posible y parece que lo están haciendo muy bien.

La vida es una cárcel con las puertas abiertas. Tiene algunos condimentos que las penales, donde no hay más que un par de colchones y un baño, no tienen. Acá te dan televisión, MSN, Facebook, cámaras de fotos, boliches; alguna que otra película, serie o programa que intenta demostrar que los sueños solo existen en la ficción. Hay que mirarlos y conformarse con eso; nada de arriesgarse, hay cosas más importantes que hacer.

Cárcel de lujo pero cárcel al fin. Resulta paradójico que no exista nada que nos prohiba cruzar esa puerta, superar esa barrera que solo nosotros somos capaces de crear.

Lamentablemente aprendí que los mejores sueños son compartidos. Espero cruzarme pronto con alguna soñadora porque la verdad, ya me estoy aburriendo de soñar solo con los ojos cerrados.

No nos vendría mal tener uno de estos en cada esquina eh. Tal vez haga falta esa sensación de propiedad para que la gente se anime a dar el primer paso.

jueves, 5 de agosto de 2010

¿Cómo estás?

Yo no sé. De nuevo la sed, las ganas de pasar por los pulmones algo distinto que aire y problemas para encontrar qué escuchar. Vengo hace bastante con esto, hay algo que me incomoda y no me deja ver las ideas del todo claras. Es raro, sí.

¿Cómo hacés para estar seguro de algo que ni siquiera existe? ¿Cómo sabés que por más que no exista, está cerca? De a ratos odio esta locura de ver cosas que los demás no. Este sentido común agudizado que de cierta forma, me adelanta en el tiempo alguna que otra vez.

No me gusta ser repetitivo pero vuelvo a lo mismo. El tiempo. Esa referencia que nunca me gustó seguir porque me obliga llegar tarde a todos lados. El que cada vez que cierro los ojos para traer algún recuerdo, me hace sentir totalmente insignificante. Lo que desperdicia más de un@.

No es algo tan simple, tiene muchas vueltas. Algunos dicen que es una línea absoluta que va al ritmo de un "tic-tac". Yo creo que no, me parece que lo único que marca un reloj, es a otro de su especie.

Graficando un poco: diez minutos, diez horas o diez años, en el instante en que los pienso son exactamente lo mismo. Puedo resumir cualquiera de los tres a una imagen. Lo único que me deja una referencia de la supuesta diferencia entre ellos, son las sensaciones que viví. Hubo minutos eternos, horas que parecieron segundos, años que ni siquiera puedo medir porque borré totalmente de mi conciencia.

Puedo parecer cínico, descarado, hipócrita o mentiroso pero por más que intente, no puedo recordar la sonrisa que se llevó gran cantidad de horas en este blog. No sé si es un juego de mi inconsciencia o si pesa más fuerte haber dejado de sentir que tantas horas de insomnio.

Parece entonces que lo único que realmente importa es el presente, hoy, ahora, este instante. El resto queda en una memoria imperfecta que solo recuerda lo que quiere y cuándo se le antoja. Una memoria frágil, que puede contaminarse de mil maneras diferentes y traicionar minutos, horas, días. Incluso tres años llenos de palabras, promesas, sensaciones y experiencias.


Ahora me voy dando cuenta qué me pasa ¿Qué tendré que hacer si lo que estoy haciendo no me convence o me resulta incompleto? ¿Confiar en que el tiempo va a modificar el futuro? No, tengo que cambiar el presente. El futuro llegó, hace rato.

No te asustes si empezás a ver en mí más espontaneidad o ciclotimia que de costumbre. Espero que entiendas mis ganas de que pase algo que todavía no sé realmente qué es. O sí, puede que lo sepa hace meses. Ya sabés que me gusta imaginar.

miércoles, 23 de junio de 2010

Otra historia que se va al cajón.

Aguantás, aguantás hasta que no das más. En ese mismo instante podés safar, mandar todo a la mierda, putear a la última persona con la que hablaste (chateaste) o prender un cigarrillo e intentar escribir algo.

¿Qué me pasa si hace unos días estaba a pleno y era el tipo más tranquilo del mundo? ¿Por qué de a ratos perdí el control y se me fue todo a las nubes?


Bueh, ya me tranquilicé un poco. ¿Sabés qué? Me cansé y no preciso darte motivos. Es increíble que me haya cansado antes de intentarlo.